Acompañar a mi madre en su enfermedad degenerativa, párkinson, e ir duelándola en el proceso; me permitió ver en el día a día tanto la fragilidad como la magia de la experiencia humana.

La muerte de mi mamá desató en mí una iniciación que me obligó a explorar las profundidades de mi ser y, re-encontrarme con Dios [ el Universo, la creación ] de una manera mucho más profunda. Antes y después de su fallecimiento Dios me ha ido guiando. Ser guiada por Dios se siente como entender que al final todo estará bien. Es saber con certeza que dentro del misterio que es la vida, Dios nos está sosteniendo. 

Desde la trascendencia de mi madre TODO lo que no es auténtico y no está en alineación con mi verdadera esencia se ha comenzado a desintegrar. Permitiéndome reconocer qué es lo verdaderamente importante para mí. 

Ver lo mucho que mi mamá sufrió (y se enfermó) por no haber podido expresar, pausar y reconocer su gran poder personal; ha sido uno de los aprendizajes más grandes en mi vida. 

Honrar quienes somos, aprender sobre nosotras mismas, poder reconocer nuestra propia voz, entender que somos cíclicas y poder vivir en coherencia con nuestro ser auténtico, no debería ser algo a lo que "aspiramos". Sino que es nuestra naturaleza, el gran regalo que Dios nos ha dado. Encarnarlo es necesario.

No encarnar y reconocer nuestro gran potencial no sólo afecta nuestra salud física, sino que también trastoca nuestra salud emocional y espiritual. Vivir en coherencia con nuestra autenticidad es lo que nos permite co-crear una vida que nos llene el corazón y el alma.

Sólo cuando...
... sabemos quienes somos
... honramos nuestros ritmos orgánicos
... y nos permitimos ser
generamos el magnetismo necesario para vivir la vida que verdaderamente deseamos vivir. En salud y conexión con nuestra parte divina.

Y eso es precisamente lo que deseo para cada mujer que entra a este espacio y pasa por alguna de mis experiencias de acompañamiento.

En honor a mi mamá ♡